jueves, 16 de diciembre de 2010

Algunos trucos para la limpieza ecológica



por Revista



Quitamanchas, lejías, ambientadores, disolventes, lavavajillas, abrillantadores para plata, limpiahornos, desatascadores… constituyen un auténtico arsenal químico en nuestro hogar.

La limpieza es el conjunto de operaciones que se realizan para eliminar la suciedad visible o microscópica de una superficie, ya sea por motivos sanitarios o estéticos. Pero casi todas las sustancias que utilizamos en la limpieza doméstica son tóxicas y contaminantes. Quitamanchas, lejías, ambientadores, disolventes, lavavajillas, abrillantadores para plata, limpiahornos, desatascadores… constituyen un auténtico arsenal químico en nuestro hogar.

Los productos de limpieza se componen, en general, de mezclas de varias sustancias que combinan distintas propiedades en función de la suciedad, la superficie y el tipo de espacio que se desea limpiar o la dureza del agua con la que se limpia.

Así, un limpiador general puede contener un tensioactivo (sustancia que desagrega la suciedad, se une a las grasas y facilita su dilución en el agua de lavado) junto a un álcali (sustancia cáustica como el amoníaco, hidróxido de sodio o hidróxido de potasio). Un detergente puede contener tensioactivos, agentes secuestrantes (sustancias que impiden que los minerales cristalicen, se precipiten o se incrusten en los materiales con los que contactan), blanqueantes, colorantes y perfumes. Además, suelen emplearse varios ácidos, que se utilizan para remover materiales incrustados.

Hay productos que contienen decenas de sustancias que quieren garantizar una limpieza prácticamente aséptica donde en realidad no hace falta, como si el hogar fuese un quirófano. Muchos han probado en su propia piel los inconvenientes de estos productos porque sus ingredientes biocidas no sólo atacan a los gérmenes: en las personas irritan la piel, provocan alergias y causan reacciones sensibles en los ojos, la nariz, la garganta, además de dañar los pulmones.

Buena cantidad de estas sustancias llegan a la naturaleza a través de los desagües y siguen impactando en el medio ambiente, provocando, por ejemplo, la eutrofización de los ríos entre muchos otros problemas conocidos.

Cinco productos

Así que debemos preguntarnos con qué tipo de productos podemos limpiar nuestra casa sin perjudicar el entorno o haciéndolo lo mínimo posible. Para ello, deben sustituirse los productos de limpieza convencionales. De modo orientativo, son suficientes cinco productos para realizar todas las tareas de la limpieza general del hogar: vinagre, jabón natural, limón, alcohol y glicerina.

El vinagre contiene ácido acético, lo que reduce y corta la grasa. Además, es un buen ambientador.

El jabón natural es una mezcla de sales de ácidos grasos de cadenas largas. Limpia cualquier superficie, actúa aumentando la eficacia del agua para lavar, se degrada fácilmente y no es tóxico. Para hacer jabón sólo necesitas aceite usado, agua y sosa cáustica (hidróxido de sodio). Es fácil que alguna persona mayor te explique como elaborarlo.

El limón contiene aceites esenciales y bioflavonoides. Es antioxidante, quita las manchas y tiene un olor refrescante.

El alcohol (C5H12O) es un buen limpiador, seca superficies rápidamente, es desinfectante y quita manchas de grasa o pegamento de manera eficaz.

La glicerina (o glicerol) es un líquido incoloro, inodoro, viscoso y no tóxico, con un sabor muy dulce y tiene, literalmente, miles de usos, entre ellos el de limpiador (quita manchas de orina, café…), cualquier cosa que se derrame en la nevera será más fácil de quitar si los estantes han sido previamente fregados con un paño mojado en glicerina y, además, conserva objetos de goma y piel.

Recetas para hacer tus propios limpiadores, a base de sustancias naturales biodegradables, con resultados sorprendentes:

Ecolimpiador
• 800 ml vinagre de vino blanco
• 180 ml alcohol (96%)
• 15 ml aceite esencial de pino (150 gotas)
• 5 ml aceite esencial de menta (muy buen bactericida) (50 gotas)
• Aplicación: 1 tapón/cubo agua

Otro ecolimpiador
• 1 cucharada de jabón líquido vegetal
• 1 cucharada de zumo de limón
• 1/4 de litro de agua tibia
• Mezclar todos los ingredientes y aplicar con esponja o trapo.

Para la vajilla
• Tres cucharadas de jabón blanco rallado
• Media taza de vinagre
• Un litro de agua

Brillo en los muebles: si te gusta abrillantar los muebles, puedes fabricar un abrillantador natural mezclando el zumo de un limón con el doble de cantidad de aceite.

Alfombras: para quitar las manchas hay que raspar los materiales sólidos y secar los líquidos con un material absorbente. Luego se empapa la alfombra con una solución de agua y vinagre. Limpiar con una esponja y agua limpia, y secarla con algo absorbente.


Descargar: Recetario de cómo y con qué limpiar los diversos elementos de una casa

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miércoles, 15 de diciembre de 2010

FINANCIAMIENTO CO2: ¿QUÉ SERÁ DEL FONDO VERDE?

Gabriel Quadri de la Torre

(para El Economista)

México ha apostado su prestigio climático a una buena idea: el fondo verde de financiamiento internacional para la reducción de emisiones (mitigación) y adaptación al calentamiento global. La propuesta mexicana, cándida en sus orígenes, tomó vida propia en Copenhague, donde los países desarrollados ofrecieron 30 mil millones de dólares anuales en forma inmediata al llamado Fondo Climático Verde de Copenhague lo “verde” para beneplácito de México – cantidad que crecería hasta 100 mil millones en 2020 con dineros oficiales y privados, incluyendo a los mercados de carbono. Fuera de esas generalidades, hay aún poca luz sobre este fondo, y es una pena, porque el tema es uno de los pilares de la COP 16 y del proceso de negociación para un nuevo régimen post Kioto 2012. Las preguntas son torrenciales.


¿Se espera que los recursos se otorguen a fondo perdido? ¿A qué países? ¿O serán deuda, o capital de riesgo? ¿Se otorgarán en condiciones concesionales o comerciales? ¿Las condiciones serán distintas para mitigación y adaptación? ¿Son para financiar compromisos de reducción neta de emisiones, y/o para proyectos que compensen emisiones en países desarrollados y que se valoricen en el mercado de carbono, o sea, offsets como ocurre hoy con los bonos de carbono del Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kioto? ¿Cómo se gestionarán? ¿Con la burocracia del Banco Mundial? ¿Cómo se asegurará que exista capacidad de identificación y preparación de proyectos pertinentes, de licitarlos, ejecutarlos y operarlos en países en vías de desarrollo? ¿Qué contexto de políticas nacionales se requieren para que los proyectos sean exitosos – regulaciones, subsidios, precios de energéticos, impuestos al carbono? ¿Cómo monitorear y verificar su desempeño financiero y climático? ¿Serán ejecutados por gobiernos centrales o federales, por gobiernos locales, por empresas, o por alianzas público-privadas? ¿Cómo asegurar que sean proyectos eficientes, esto es, que tengan el mayor impacto posible en reducción de emisiones, y que al mismo tiempo maximicen tasas de rentabilidad económica, social y ambiental? ¿Habrá un catálogo de proyectos aceptables por país y por región? ¿Se financiarán sólo proyectos, o también programas de gobierno?


Muchos esperan que este fondo verde se nutra de aportaciones directas de gobiernos, o bien de un carbon tax internacional, de subastas de permisos de emisión (cap and trade), y/o de impuestos a la aviación y al transporte marítimo. Siendo así son previsibles dos cosas. La primera es que no sería suficiente para lograr los objetivos de estabilización del clima, dadas evidentes restricciones fiscales y políticas en los países desarrollados. La segunda, entonces, es que gran parte del financiamiento deberá ser provisto por fuentes privadas y de mercado; por ello no serán gratuitos. Además, tampoco tienen que serlo (y probablemente ni deben serlo), en la medida en que los proyectos a financiar podrían ser rentables, o al menos ser capaces de generar una considerable corriente de ingresos. Por ejemplo, proyectos de producción de electricidad con fuentes renovables, redes inteligentes de transmisión y distribución, sistemas de transporte público, esquemas de eficiencia energética, y diversos proyectos forestales. Como este tipo de proyectos requiere muy frecuentemente tasas de interés bajas y plazos largos de amortización no habituales en los mercados financieros, será indispensable que la estructura operativa del fondo verde los propicie y asegure. Además, desde luego, que sea capaz de movilizar recursos privados en volúmenes muy superiores a los recursos oficiales que puedan comprometerse.


Luego, con el fin de ser suficiente y consecuente, el famoso fondo verde deberá apelar a capital privado que busque rendimientos fijos a largo plazo y con bajo riesgo, como es el caso de fondos de pensiones y de muchos inversionistas institucionales. Para minimizar riesgos sistemáticos el fondo verde deberá comprometerse en una cartera muy diversificada de proyectos, segmentada además en tramos de diferente calidad y riesgo. Deberá plantearse también un mecanismo de reserva y garantía para los inversionistas, y contar con un buen aporte de capital pagado (cash) y un volumen mucho mayor de capital exigible. Esto último no sólo para dar mayor seguridad, sino para apalancar la multiplicación de proyectos financiables. Igualmente, deberán pedirse garantías de participaciones o presupuestos federales en proyectos desarrollados por gobiernos locales. El cándido fondo verde implica pues una ingeniería institucional y financiera formidable.